Al encuentro con Jesús

Texto: Lucas 19: 1- 10

Introducción

Que terrible es pagar impuestos, la verdad es a que nadie le gusta. Pero los impuestos lo han establecido los gobiernos durante toda la humanidad. El imperio romano, había establecido impuestos de casi todo y por todo. Por esa razón los cobradores de impuestos en los tiempos de Jesús eran odiados por todos pero sobre todo por los judíos, quienes incluso los consideraban traidores a su nación, porque trabajaban para una nación pagana.  

De acuerdo a W. Barclay, había dos tipos de impuestos. El primero eran los impuestos de estado. Había un impuesto general que tenían que pagar todos los hombres de 14 a 65 años y las mujeres de 12 a 65, solamente por el privilegio de existir. Había un impuesto de la tierra, que consistía en la décima parte de los cereales y la quinta del vino y el aceite, y se podía pagar en especie o en dinero. Había un impuesto sobre la renta, que era del uno por ciento de lo que se ganara. En estos impuestos no había mucho margen para el abuso. El segundo tipo de impuestos era muy diverso: por usar las principales carreteras, puertos y mercados; por tener un carro, y por cada una de sus ruedas y por el animal que lo llevaba; había impuestos por la compra de ciertos artículos, y por la importación y exportación. Un cobrador de impuestos podía mandar a un hombre que se detuviera en el camino y desempaquetara, y cobrarle casi lo que le diera la gana. Si no podía pagar, a veces el cobrador se ofrecía a prestarle dinero a un interés exorbitante, y así tenerle más en sus garras. Se consideraba que los ladrones, los asesinos y los cobradores de impuestos pertenecían a la misma clase. Los publicanos estaban excomulgados de la sinagoga.”.

Mis hermanos y hermanas permítanme hablarles acerca de uno de estos hombres, odiado y rechazado por la sociedad judía, pero que en un momento de su vida tuvo un encuentro con Jesús. Quiero que veamos, en Primer Lugar:

Desarrollo
I.                   La búsqueda de Zaqueo  

Permítame decirle que si había un hombre que sabía buscar, este era Zaqueo. Pues era un cobrador de impuestos, los cobradores tienen un olfato para ubicar donde hay dinero que cobrar. La biblia dice que Zaqueo, no era simplemente un publicano, sino que era Jefe de los publicanos es decir, de los cobradores de impuesto. También dice la escritura que era rico, mire usted, era el jefe de los recaudadores de impuestos de una ciudad muy próspera, Jericó. Permítame ejemplificar esto con el caso de un cambista en el mercado de Rivas, él tiene su mesa en una esquina y compra y vende monedas extranjeras, pero también tiene a varios hombres que les da cierta cantidad de dinero para que hagan labor de cambistas y al final del día le entregan lo realizado, por hacer esta labor, él se queda con cierta cantidad de ganancias de los otros, el gana con cada cambista. Así era también Zaqueo, con cada cobrador de impuestos bajo su domino el ganaba más, y mucho más por cobrar en una ciudad de comercio.  

Hay un dicho que reza, el dinero llama, más dinero. Zaqueo era rico tenía una fortuna, pero en esta ocasión no estaba buscando cómo hacer más dinero. Su búsqueda era otra, no estaba en las ganancias y tampoco en lo efímero de la vida, su búsqueda iba más allá, su búsqueda esta vez partía de su corazón. No era de su mente mercantilista, sino la de su pecho oprimido y compungido por ver quién era el Maestro. Esto es maravilloso, Zaqueo solo quería ver a Jesús, ni siquiera era saber quién era el maestro.

Mis hermanos y hermanas, ¿Cuántos quieren ver a Jesús?, ¿Cuántos estamos buscando a Jesús?. En aquella oportunidad el Maestro pasaba por Jericó y Zaqueo, por lo menos quería verlo. Zaqueo no estaba buscando establecer una conversación con Jesús, mucho menos que llegara a ser su amigo. Simplemente quería verlo, eso era toda su búsqueda.

Sin embargo, la búsqueda de Zaqueo se ve obstaculizada por dos razones, una personal y otra externa a él. Dice la escritura “que procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura”. Dos impedimentos, la externa había una gran multitud que se lo impedía, muchas veces usted y yo no logramos ver a Jesús, porque dejamos que lo externo y las circunstancias de la vida nos afecte; para Zaqueo había otro obstáculo, este estaba en él, era un hombre pequeño de estatura, esto también le impedía ver a Jesús, igual sucede con muchos de nosotros  por ser pequeños de mente, por ser pequeños en fe, por ser pequeños en voluntad y por ser pequeños en humildad, no logramos ver a Jesús.

Pero Zaqueo, nos muestra que ni los obstáculos personales y tampoco las circunstancias de la vida, iban a impedir su búsqueda. El verso dice, “Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí”. De una vez vence sus dos obstáculos. Su estrategia fue eficaz, porque la escritura dice que el maestro tenía que pasar por ahí. De igual forma usted y yo si queremos ver al maestro debemos ir más adelante y subirnos en nuestro sicómoro de la fe y solamente así podremos verlo. La escritura dice: “Me buscaréis y me hallaréis,  porque me buscaréis de todo vuestro corazón (Jeremía 29:13). Mi hermano y amigo, no deje que los obstáculos impidan que usted pueda ver a Jesús. Ahora, permítame decirle algo más importante, la búsqueda de Zaqueo no termina con él trepado en un árbol solo viendo pasar al maestro. Sino con algo maravilloso, que quiero que veamos, en segundo lugar:   

II.                El encuentro de Zaqueo con Jesús

Lea conmigo en su biblia, Lucas 19:5, “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”. Se imagina usted a Zaqueo, trepado en aquel árbol y de repente, mira venir a la multitud y él expectante busca ver quién es Jesús, él solo quiere eso, pero sucede algo que él no se imaginaba, entre la multitud un hombre se detiene y junto con él la multitud también se detiene. Es Jesús el hombre que se detiene. Yo por lo menos me imagino a la multitud en silencio y a la espera de lo que iba hacer el maestro, quizás una enseñanza, quizás una predicada, pero no, no es eso. Jesús se toma un tiempo para buscar una oveja perdida.   

Jesús se detiene, pero no se dirige a la multitud, sino que dirige su mirada a un hombre que esta trepado en un árbol. Pero Jesús no simplemente lo ve, sino que se dirige a él con las siguientes palabras: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”.

Que interesante, Jesús lo llama por su nombre, Zaqueo, que significa puro o inocente. La verdad que con lo que hacía no tenía nada de esas cualidades, pero Dios no se detiene en tu presente y mucho menos en tu pasado, sino en tu futuro. Es a partir de ahí, del encuentro con Jesús que él es declarado inocente y puro ante la presencia de Dios. Es a partir del encuentro con Jesús, que usted y yo somos declarados inocentes de nuestras transgresiones y pecados para la honra del Dios Padre.

Jesús le dice a Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy va a suceder lo mejor en tu vida. El rey del universo estará en tu casa. El maestro le dice, es necesario que yo pose en tu casa. Jesús sigue y seguirá siendo necesario en la vida de todas las personas. Jesús debe ser el centro de nuestra casa, el fundamento de nuestro hogar. Date prisa, es un imperativo, es ya, hacedlo ahora mismo. A muchos Jesús les llama y les dice al igual que Zaqueo, yo quiero ir a tu casa, me es necesario les dice Jesús que more en tu vida, en tu hogar, en tu familia, pero hacemos caso omiso sus palabras. Lo más hermoso que podemos hacer es dejar que Jesús pose en nuestros hogares.   
   
Mire mi hermano, era tanto el entusiasmo de Zaqueo por ver a Jesús, que subió a un árbol no tan grato para los hebreos, la planta de sicómoro, era una planta que sus frutos se usaban para alimentar a los cerdos, lo menos que querían era estar cerca de su sombra y mucho menos treparse a uno de ellos; pero cuando Jesús llega a tu vida, todo cambia, lo que está a tu alrededor se ve con otros ojos, con los ojos de la misericordia. El sicómoro no es un tropiezo, sino el medio para subir y ver a Jesús.  Con Jesús en el corazón del hombre y la mujer todo cambia.

Ahora, vea lo hermoso de la reacción de Zaqueo, el solo quería ver al maestro, pero ahora en lo alto del árbol, necesita bajar a prisa, porque abajo le espera Jesús para ir con él a su casa. Salió solo y ahora regresa a casa acompañado con el mejor invitado que una persona puede llegar a tener, con Jesús el Nazareno. La biblia dice, que Zaqueo le recibió gozoso. Mi hermana y hermano, debe haber gozo y alegría porque Jesús también mora en nuestras vidas, en nuestro hogar y está aquí en este lugar. Amén. Este hombre estaba hospedando al rey del universo. Pero esto no puede quedar con solo el encuentro con Jesús, hay más, permite exponer el tercer lugar de este mensaje.    

III.             El resultado del encuentro de Zaqueo con Jesús    

Si hay algo que produce el encuentro con Jesús, es cambio. Entonces como hay cambio, hay quienes en vez de alegrarse, hacen todo lo contrario. Observe lo que dice la escritura, “Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador”. Mientras Zaqueo está lleno de júbilo, esta alegre, esta gozoso. Todos, incluso los discípulos murmuraban.

Aquí hay dos aspectos importantes, los que murmuran y critican de afuera y los que murmuran y critican de adentro. Los de afuera no causan tanto daño como los que están dentro del grupo. Me imagino a Jesús, alegre, muy alegre porque el pecador llamado Zaqueo, esa oveja descarriada y perdida, se le había encontrado. Pero otro lado, Jesús mira a la gente que murmuraban de que él se sentaba y posaba en la casa de un publicano, mejor dicho de un ladrón de cuello blanco de hoy en día. Pero sobre todo se imagina que los discípulos también estuvieran murmurando, más de tres años y medios, tenían de andar con él y no comprendían sus métodos para llevar a cabo la labor del reino de Dios. Ahh, me dirá cualquier escéptico, eso que los discípulos murmuraban no aparece en el relato, yo le contesto, dice que todos murmuraban.

Ante esta situación, a Zaqueo no le molestó y tampoco a Jesús. Más bien lo que viene a continuación es sorprendente, dice la escritura que,  “Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”.

Dos cosas hay aquí, la primera es repartir la mitad de los bienes a los pobres, es decir se vuelve un hombre compasivo con los más desposeídos, y los segundo, tiene que ver con la restitución de sus agravios, a quienes les había defraudado.  En la ley judía (Num 5:7), se mandaba a que se le devolviese aparte del monto un  20% de más a la persona perjudicada, cuando una persona confesaba su pecado. Aquí Zaqueo confiesa, pero va mucho más allá de lo que exigía la ley, pues dice, a los que les he defraudado, es decir, a quienes les cobre más de lo que se debía, a estos se los devuelvo cuadruplicado. Vea con un ejemplo sencillo, si a un hombre él le hubiese cobrado la suma de 10 denarios, la ley decía que le debía devolver 12 denarios, pero él dice, se lo devuelvo cuadruplicado, es decir, 40 denarios. Se imagina la magnitud de la riqueza de ese hombre, al comprometerse a restituir sus agravios.

En cuanto a dar la mitad de sus bienes, viene rápidamente un análisis poderoso. En el capítulo anterior (18) de Lucas, el escritor relata también que un joven rico se le acerco a Jesús y le dijo, maestro bueno, qué are para heredar la vida eterna y Jesús le contestó, los mandamientos sabes, claro dijo el joven, todos ellos lo he guardado desde mi juventud. Pero Jesús le dice, una cosa te falta, esto le cayó como balde de agua fría, anda vende todo lo que tienes y dáselos a los pobres. Con eso fue suficiente, el joven se fue triste. Esté no buscaba ver a Jesús como Zaqueo, sino establecer una conversación entre hombres versados en la ley. Pero sucede que la biblia enseña, que usted no puede venir a hablar de la ley ante el mismo autor de la ley. Este joven era un guardador de la ley moral, pero había olvidado el amor y la compasión, su corazón estaba en sus posesiones materiales y descuido la atención al prójimo. Sin embargo, con Zaqueo el maestro no necesito decirle, sino que él, de su interior decide hacerlo, el dar la mitad de su bienes a los pobres.

 Conclusión
Esto es que lo realmente sucede como resultado de la salvación. W. Barclay, dice: La conversión es algo que no se demuestra con palabras, sino con obras

Echando fuera el temor que ocasiona el mundo

  Salmo 27:13 -14 Hubiera yo desmayado, si no creyera que he de ver la bondad de Jehov á en la tierra de los vivientes. ¡Espera en Jehová! ...