Serie: Los planes de Dios para su Pueblo
Tema: Los tropiezos no
detienen los planes de Dios (Parte 1)
Introducción
Hay
unos pasajes de la Sagrada Escritura que muchas veces mal interpretamos a
nuestra conveniencia. Por ejemplo, dice la Escritura que Dios pelea nuestras
batallas, lo cual es cierto; sin embargo, hay acciones que nosotros de manera
personal debemos hacer. Dios no trabaja por nosotros, el abre puertas para que
usted con su esfuerzo, con el sudor de su frente se gane el sustento y el abrigo
que necesita. Dios quiere que usted este sano, pero depende de usted el tener
buenos hábitos alimenticios y medidas de salubridad. Dios quiere que usted sea
prosperado, pero para tener una casa se necesita de mucho trabajo, esfuerzo y
tiempo. Ver a nuestros hijos preparados requiere de tiempo, esfuerzo y dinero. Se
necesita estar dispuesto a vencer muchos obstáculos, dificultades y tropiezos
para lograr nuestras metas en la vida.
Los
planes de Dios para su pueblo son grandes, pero también requieren que nosotros
tengamos constancia, dedicación y mucho esfuerzo. Ganar almas para el reino,
nos compete a todos, un esfuerzo por aquí, otro por allá, pero todos
trabajando, colaborando, participando, compartiendo la visión de nuestra iglesia.
Estamos hablando de restaurar las familias de nuestra comunidad, que tengan un
encuentro con Jesús como su salvador. Esto mis hermanos requiere dedicación,
requiere planificación y ejecución, para ello necesitamos de la participación
decidida de cada hermano de la iglesia, pero es común muchas veces encontrar
obstáculos a los planes de Dios. Permítanme hablarles de algunos de ellos.
Desarrollo
En primer lugar esta:
I.
No
asumir la visión de los propósitos de Dios
Veamos
esto a partir de la experiencia del pueblo de Israel. Dios le dijo a Abrahán, a Isaac y Jacob que su
descendencia sería como las arenas del mar y como las estrellas de los cielos.
Usted conoce estas promesas hechas por Dios a estos patriarcas. Pero por
algunas razones que usted ya conoce, la escritura nos dice que los hijos de
Jacob, llamado Israel, fueron a parar a Egipto y se convirtieron en un pueblo
numeroso:
“Murió José, y también sus hermanos y toda
aquella generación, mientras los hijos
de Israel seguían siendo muy fecundos. Se multiplicaron y crecieron, llegando a
ser tan numerosos que los había en todo el país” (Éxodo 1, 6-7 Biblia
Latinoamerica).
El
tiempo ha pasado y ha muerto José y también los amigos de la realeza. Hay una
nueva generación, un nuevo faraón que desconoce quiénes eran los israelitas,
antes fueron visto con buenos ojos, ahora son vistos con sospecha. Dice la
escritura que eran numerosos y más fuertes que los egipcios, dice el verso 9.
Esto hace que los egipcios, impongan nuevos trabajos forzados, precisamente en
la construcción de dos ciudades: Pitón y Ramsés. Esto trae consigo para el
pueblo de Israel, un yugo pesado sobre sus hombros, quebranto y aflicción de
espíritu, ahora han sido convertidos en esclavos y pasan así por 430 largo años.
Escuche lo que dice la Escritura en Éxodo:
<< Yavé dijo: "He visto la humillación
de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus
mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos (Éxodo 3,7)>>. Y el verso nueve lo reafirma: “El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo
los egipcios los oprimen”.
Esto
es impresionante, Dios ha visto y ha escuchado. Su pueblo, los hijos de Abraham
son maltratados y gritan su angustia y su dolor, pues están sufriendo. Son
oprimidos por sus verdugos. Ante esto, dice el Señor, yo tengo un plan
para mi pueblo y voy a librarlos. Es aquí donde entra en juego un hombre
llamado Moisés, Dios le dice, quiero compartir con vos Moisés la visión que
tengo para mí pueblo. Y se lo expresa en el verso 8 del capítulo tres, dice así:
“y por esta razón estoy bajando,
para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país
grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 3:8 Biblia Latinoamericana).
¡Oh!,
¡qué maravilloso!, un país grande y fértil. Las bendiciones de Dios son en
grandes. Pero no solo es grande, sino que es fértil del cual hay abundancia de
leche y miel.
Pero
aquí viene algo importante que nos hace reflexionar. Dios está dando su visión
para el pueblo, pero el pueblo no asume con solicitud la visión. Esos nos sigue
pasando a nosotros como iglesia. Tenemos una visión, tenemos una misión, que es
hacer discípulos semejantes a Cristo, pero no asumimos la visión de los propósitos
de Dios.
Es
interesante, el primero que la rechazó fue el líder que luego llevaría el
liderazgo del Pueblo. Un hombre llamado Moisés. Este hombre estaba recibiendo
de primera mano la visión, estaba siendo llamado por el mismo Dios, pero él
contesta:
"¿Quién soy yo para ir donde Faraón y
sacar de Egipto a los israelitas?" (3:11).
Moisés
no ha comprendido la visión y por ello no hace suya. Este líder no comprende y
tampoco acepta. Pero la sagrada Escritura dice en Isaías
55:8 “Porque mis pensamientos no son
vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová" (VRV). Una
vez que el líder, Moisés ha asumido la visión, entonces ahora viene otro
dilema. Es el pueblo, el pueblo debe entender la visión y trabajar en ella, y
esto no es nada fácil, pero tampoco imposible, sobre todo con la ayuda y
protección del Señor.
No me entretengo en detalles, pero
Dios saca al pueblo, lo libera de la esclavitud. Pero más han tardado en pasar el mar rojo
(Éxodo 14), cuando el pueblo empieza a quejarse. Éxodo capítulo 15, verso 22 al
24. Dice la escritura que, después de pasar el mar rojo, Moisés hizo que el
pueblo se dirigiera al desierto de “Shur”, textualmente, dice: “y anduvieron tres días por el
desierto sin hallar agua”, ojo, mucho ojo. ¿Cuántos días? Tres. Dice la escritura de que ya habían,
cuántas personas en agonía de sed? Ninguna. En promedio una persona dura de
tres a cinco días sin beber agua, lógicamente esta en dependencia de la edad,
el peso y el nivel físico. Pero qué dice la escritura, sobre este pueblo, las
mujeres no necesitaban parteras, hasta las mujeres eran fuertes.
Ahora fíjese usted, hace tres días
que vieron partirse el mar rojo, y ahora con solo tres días de camino, empiezan
a murmurar. Tres días en comparación a 430 años esclavitud, ellos ya se sentían
muertos. Pero sucede algo, encontraron
agua, escuche o lea conmigo: “y llegaron a mara, y no pudieron
beber las aguas de mara, porque eran amargas” (23 VRV). Me recuerdan a Hendrickson y
Adrieli, en cierta ocasión nos dan de beber, ellos se llevan el vaso a su boca
e inmediatamente, uno de ellos dice, guacala es big cola.
Mire usted que paradójico tres días
de camino, es decir unos cuarenta kilómetros, ojo llevaban agua, no significa
que llevaban tres días sin beber agua, llevaban tres días sin hallar agua.
Ahora encontraron agua, salubres, no eran tóxicas, pero ellos querían agua
fuente pura. De manera que Moisés, ora a Jehová, y Dios le dice, ves ese árbol, toma
unas ramas y echadla en el pozo, y las aguas se endulzaron (verso 25).
Mis hermanos, somos buenos a
murmurar, muchas veces nos hacemos los ciegos para no ver lo que Dios está
obrando en nuestro favor, ya sea en la vida personal o en nuestra familia. De
igual forma también no reconocemos lo que Dios está haciendo en su iglesia. No
queremos aceptar la visión de Dios, para el pueblo de Israel, era una tierra
con leche y miel. Para esta iglesia son las promesas de restaurar las familiar
enteras. Escuche, porque sucedió esto con el pueblo: “y ahí los probó” (26 c). Cuando no asumimos
la visión de Dios, lo que habrá siempre en nosotros es murmuraciones y el sabor
que sentiremos siempre es de amargura.
En Segundo lugar:
II.
No
estar dispuestos a colaborar en los planes de Dios
Usted y yo sabemos de ese dicho que está muy bien
dicho, sino va ayudar, tampoco estorbe.
Fíjese usted que parece grosero, pero es cierto, Jesús, lo dijo con otras
palabras:
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”
(Mat 12:30).
En
la iglesia necesitamos de la colaboración de todos y cada una de las personas
que nos congregamos. Como iglesia venimos trazando planes bien intencionados
para alcanzar a nuestros familiares, a las personas de nuestra comunidad, ser
una iglesia que restaure las familias. Por lo tanto queremos que este en
sintonía con nosotros, que recoja con nosotros.
Permítame
regresar a la historia el Pueblo de Israel, con sus muchas y unas rebeliones,
han pasado cuarenta años. Están de frente a la tierra prometida. Pero hay dos
ciudades por las cuales deben pasar. La Ciudad de los Edomitas y los Moabitas.
Leo
para ustedes:
Envió
Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, diciendo: Así dice Israel tu
hermano: Tú has sabido todo el trabajo que nos ha venido; cómo nuestros padres
descendieron a Egipto, y estuvimos en Egipto largo tiempo, y los egipcios nos
maltrataron, y a nuestros padres; y clamamos a Jehová, el cual oyó nuestra voz,
y envió un ángel, y nos sacó de Egipto; y he aquí estamos en Cades, ciudad
cercana a tus fronteras. Te rogamos que
pasemos por tu tierra. No pasaremos por labranza, ni por viña, ni beberemos
agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni a
siniestra, hasta que hayamos pasado tu territorio. Edom le respondió: No
pasarás por mi país; de otra manera, saldré contra ti armado. Y los hijos
de Israel dijeron: Por el camino principal iremos; y si bebiéremos tus aguas yo
y mis ganados, daré el precio de ellas; déjame solamente pasar a pie, nada más.
Pero él respondió: No pasarás. Y salió Edom contra él con mucho pueblo, y mano
fuerte. No quiso, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio, y se
desvió Israel de él. (Núm. 20: 14-20)
Moisés
le manda a decir a los edomitas que son hermanos. Que si algo toman en su paso,
se lo pagan. Solo quieren tránsito, para llegar la tierra que fluye leche y
miel. Pero estos no lo quieren nada con este pueblo, pero lo interesante que
quiero que vea mi hermano. Es quienes son estos edomitas.
Recuerda
usted el plato de las lentejas. Génesis 25:29 y 30 “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a
Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por
tanto fue llamado su nombre Edom. Lo edomitas que están ahora impidiendo
el paso de Israel, son sus hermanos. Por ello Moisés, manda a decir: Envió Moisés embajadores al rey de
Edom desde Cades, diciendo: Así
dice Israel tu hermano (Núm 20:14).
Observe
usted que el que se opone al avance del pueblo de Israel, son su mismos
parientes. Muchas veces el estancamiento del crecimiento en las iglesias es
debido a los mismos hermanos que asisten a esa misma iglesia. Y esto se da, por
lo primero que abordamos en este mensaje, la falta de voluntad para asumir los
propósitos de Dios para con su iglesia.
El
pueblo de Israel, tuvo que regresarse, eso significó más meses en el desierto. Pero
ellos tienen que pasar y tienen que luchar contra los cananeos (capítulo 21 de
números). Llegan hasta Moab, ahora rápidamente, los moabitas son los
descendientes de Moab, hijo
de Lot, Lot era sobrino de Abraham.
Es decir, que eran parientes con los Israelitas. Estos en vez de
colabórales, mejor les afligieron mientras están en frente de su ciudad (Núm
25:18). Que terrible.
Quiero
concluir en esta ocasión:
Conclusión
Mi
hermano y mi hermana. No seamos edomitas o moabitas en la iglesia. Seamos
colaboradores, seamos participes de mostrar que Dios quiere unir a las
familias, restaurar al cansado y dar aliento al desvalido. No seamos piedra de
tropiezo en los planes de Dios.