La luz del evangelio un compromiso que debemos compartir

Buenos días, es una maravillosa mañana que Dios nos regala. Es un gran honor el que ustedes me conceden en esta ocasión especial para dirigirme a tan distinguido auditorio. En presencia de los santos que pastorean las mas de sesenta iglesias del nazareno de nuestro distrito. A todos los miembros de sus iglesias, la paz y la bendición de Dios les colme y llene sobreabundante.  De manera especial a los hermanos que hoy bajan a las aguas bautismales mi admiración y mi reconocimiento por dar un paso de obediencia. Dios les bendiga a todos. 

Vamos a retomar el evangelio de Lucas en esta:

Texto: Lucas 11: 33-36

Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz.
Tus ojos son la lámpara de tu cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz; pero si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad.
Asegúrate de que la luz que crees tener no sea oscuridad.
Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz, sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado, como cuando una lámpara te alumbra con su luz»

Tema: La luz del evangelio un compromiso que debemos compartir

Introducción
Estimados hermanos, estoy seguro que muchos de ustedes en esta mañana han venido con un propósito. Como iglesia, como familia, nos regocijamos en el Señor, porque sabemos que hoy están ingresando a las aguas bautismales muchos hermanos que han abrazado en su corazón el Santo Evangelio del Jesucristo. Las buenas nuevas de salvación han llegado a nuevas familias o nuestros familiares están llegando a los pies de Cristo, y ese es motivo de gozo, de regocijo, de alegría en este día.

Esto significa que hay luces que están resplandeciendo en las vidas de hermanos y hermanas que están en nuestras iglesias. Hay iglesias que están siendo faros en medio de una cultura oscura, otras necesitan levantar la llama del evangelio y ponerla como estandarte que irrumpe en victoria, pues a Cristo Jesús a quien a anunciamos.
En esta maravillosa mañana, quiero que veamos en primer lugar.  


Desarrollo
1.  La iglesia del Señor necesita tener una visión clara del ministerio encomendado.

Observe usted en el verso 34: “Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz; pero si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad”.

Quiero que piense como iglesia, como comunidad, usted forma parte de la iglesia del Señor. Y como iglesia del Señor tenemos retos internos y externos para lograr un empoderamiento de la Palabra del Dios, su santo y bendito evangelio. Solo me quiero referir y rápidamente a lo interno. Y es que necesitamos, quitar lo nublado y esto solo se logra con el poder del evangelio.

Sobrada razón tiene el Apóstol Pablo a exclamar:
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rom. 1:16). 

Es necesario quitar lo nublado, para poder ver que los campos están blancos para la siega, pero hoy todavía estamos igual que los discípulos, preguntándonos, pero si todavía faltan cuatro meses para la siega. Mientas tanto el maestro de maestro, nos vuelve a decir:
“Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega” (Juan 4:35-36).

En segundo lugar.
2.  La iglesia del Señor tiene que ubicar en lugar correcto la luz del evangelio

Observemos esto por favor, dice la Escritura:
“Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz” (Lucas 11:33).

Muchas personas en las iglesias estamos ubicando en lugares incorrectos la llama del evangelio. Muchas personas decimos ser cristianos, es decir que hemos abrazado la fe de Cristo, pero vivimos una fe escondida. Somos sal, pero insípida, sin sabor, no damos sazón. Y entonces Jesús dice, si la sal pierde su sabor, entonces no sirve mas que para ser pisoteada por los hombres (Mateo 5:13).   

Piense un momento, ¿para qué compra usted un bombillo? ¿para qué compra candelas? Y una vez que las va ubicar, ¿dónde decide ubicarlas? Lo hace debajo de la cama, las entierra. O busca la mejor posición para que alumbre. 

En cierta ocasión un caballero estaba atravesando las calles obscuras de cierta ciudad, y vio que se le acercaba un hombre con una lampara de aceite encendido en la mano. Cuando se acercó bastante, el caballero vio, por la luz de la linterna que ese hombre llevaba, que éste tenía los ojos cerrados.  Pensativo, siguió adelante el caballero, más sorprendido, se dijo: “Me parece que ese hombre está ciego.” Entonces regresó, alcanzó al ciego, y le dijo: --Amigo, ¿es usted ciego? --Sí, señor –contestó el hombre de la lampara. --Entonces, ¿para que lleva usted esa luz? - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi…igual sucede cuando usted mi estimado amigo y hermano. Usted es una lampara que puede ayudar a otros a encontrar el camino que está en Cristo Jesús.

Esto nos lleva al tercer aspecto del mensaje en esta mañana.
3.  La iglesia del Señor debe estar comprometida con el evangelio.  
Esto es un llamado fuerte y urgente a todas las iglesias del nazareno.

11:35-36: Asegúrate de que la luz que crees tener no sea oscuridad.
Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz, sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado, como cuando una lámpara te alumbra con su luz.

a.    La palabra nos exhorta a que aseguremos nuestra luz.  
b.    Que si tenemos esa luz, todos, todos debemos de disfrutarla. ¿Cuántos sienten un deleite, un regocijo, un placer maravilloso por tener a Cristo Jesús en sus corazones?

El salmista por eso exclama
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la miel a mi boca! (Salmo 119:103).

Jesús entre sus parábolas muestra dos que tiene que ver con esto que estamos hablando. El autor Luis Sánchez Navarro (2013) en su libro “El logos del reino: las diez parábolas de Mateo”, menciona que la semilla de mostaza,  nos presenta “la fuerza transformadora del reino”, de como Dios de una semilla muy pequeña puede transformarla en una planta que viene hacer la más hermosa entre las hortalizas.  De igual manera la sangre de Cristo ha venido hacer con cada uno de nosotros, por ello Pablo escribe:

“Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios(1 Cor. 6:11)  

No cree usted que es suficiente razón para adquirir un verdadero compromiso con el Señor.
La segunda parábola es
 la levadura se nos muestra en vivo a todo color, “la fuerza expansiva de esa transformación” (Navarro 2013). Una pequeña porción capaz de leudar una gran cantidad de harina.

Hermano y hermana, pastor y pastora como iglesia estamos llamados a asumir el mayor de los compromisos en nuestras iglesias. Necesitamos testificar que la palabra de Dios puede transformar al ser humano. Sacarlo de la inmundicia, y en palabras de Carlos Spurgeon, sacarlo del estercolero y llevarlo al trono de Dios, para hacerlo sentar con príncipes, los príncipes de su pueblo. Estas son y serán siempre las buenas nuevas, la buena noticia que debemos compartir.  

Conclusión

Hermanos en esta mañana estamos reunidos más de sesenta iglesias, más de sesenta lámparas que deben estar encendidas con sufriente aceite y ubicadas en lo alto, para que todo aquel que está en nuestro alrededor pueda ser iluminado con por el poder del evangelio de Jesucristo. Recuerde que los campos están listos para la siega y el tiempo de la cosecha ha llegado por tanto dice el profeta Isaías:

Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas. (54: 2-3)


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