Serie: Los planes de Dios para su Pueblo
Tema: Los tropiezos no
detienen los planes de Dios (Parte 2)
Texto: Éxodo 6: 1-9
Introducción
El
domingo pasado, empezamos el tema de que los tropiezo no detienen los planes de
Dios, pues la verdad es que sus planes son perfectos. Vimos dos aspectos,
dijimos que el primer tropiezo es no
asumir la visión del Señor y lo segundo fue no estar dispuestos a colaborar en los planes de Dios.
En
todo caso, los obstáculos y los tropiezos, pueden venir de afuera y también de
adentro, de los mismos que caminamos en pos del Señor. Dios le dice al pueblo
de Israel, te voy a entregar una tierra que fluye leche y miel. Al carcelero de
Filipos, le da una promesa, “Cree en el
Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). Dios tiene
una tierra prometida para usted y para mí, y no quiere que lleguemos solos,
sino con nuestras familias. Solo que para llegar nos vamos a topar con algunos
tropiezos, y de eso vamos seguir hablando en esta noche.
Desarrollo
Un tercer tropiezo es:
I.
No
comprender la voluntad del Señor
La
voluntad del Señor se manifiesta de manera muy particular y totalmente
diferente a la razón humana. Vamos a seguir con el la historia del pueblo
hebreo, por ello les pido que retrocedamos en la historia y nos ubiquemos antes
de las caminatas en el desierto y nos vamos precisamente, cuando Dios le dice a
Moisés, que vaya a su pueblo que está en Egipto esclavizado:
Por tanto,
dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las
tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con
brazo extendido, y con juicios grandes;
y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo
soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de
Egipto. Y os meteré en la tierra por la
cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la
daré por heredad. Yo JEHOVÁ. De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel;
pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la
dura servidumbre “(Éxodo
6:6 – 9).
Que
interesante esta situación, pues es contradictoria la actitud del pueblo. Ya
habían pasado 430 años. Dice la escritura que estos hombres y mujeres clamaban,
por liberación, y ahora que Dios envía a un hombre para que su clamor sea
cumplido, estos en vez de creer, animarse y confiar, dice la Escritura: “no escucharon a Moisés”.
Hoy
su palabra nos está diciendo que Dios sigue estando fiel, él quiere liberar a
nuestras familias de la mesa de servidumbre, quiere que nuestras familias
formen parte de su pueblo santo, que sean una nación aqueridad por Dios. Quiere
que alcancemos la Bendición de la promesa dada a Abraham, Isaac y Jacob. La pregunta
es: ¿Cuál es la actitud nuestra ante la palabra que nos envía el Señor?
El
pueblo hebreo no estaba comprendiendo la voluntad del Señor, que a usted como
miembro de esta iglesia no le suceda lo mismo, que no escucharon a Moisés. Hoy
le anunciamos que Dios quiere, que nuestras familias, nuestra comunidad salgan
de ese mundo de servidumbre y puedan tener un encuentro con el Rey de Reyes y
Señor de Señores como su único y real salvador.
Un
acuarto tropiezo es:
II.
No
asumir la guía del Señor
Cuando
vamos a un lugar, necesitamos una guía o un guía. Para ello preguntamos cómo
llegar o nos auxiliamos de un mapa. Cuando Dios sacó al Pueblo de Egipto, les dispuso
de un guía. Moisés, fue ese hombre formado y capacitado para guiar al Pueblo a
la tierra prometida.
Hay
algo hermoso en la vida de este hombre de Dios, dice la escritura que Moisés,
una vez comprendió el llamado, se dispuso al
trabajo asignado. Moisés vivió cuarenta años en el palacio del faraón,
vivió como príncipe, educado y formado en asuntos estratégicos. Cuando huyó de
Egipto, vivió cuarenta años pastoreando ovejas, adquiriendo así templanza y mansedumbre.
A los ochenta años, Dios le hace el llamado en la zarza ardiente, y de ahí le
corresponde por cuarenta años más guiar al pueblo en medio del desierto. Moisés
era un hombre preparado para el ministerio.
Que
interesante es esto, un Dios poderoso y bondadoso, un Dios misericordioso que
se acuerda de sus promesas hechas a Abraham, a Isaac y Jacob. Ahora, el pueblo
ha sido escuchado y sus oraciones han recibido respuesta. Dios está con ellos y
ha preparado un líder para que los condujera a la tierra prometida. Sin embargo,
más no lograban llegar a su destino, la tierra de leche y miel. La pregunta es ¿Por qué no lograban llegar? Un
Dios y un guía, pero no llegaban. El problema no era el guía y tampoco la
dirección, ambas eran correctas. El problema era la actitud rebelde del pueblo
que no estaban dispuestos a asumir la guía establecida por el Señor.
Escuche
lo que les dice, Dios (Números 14: 20-23):
Entonces Jehová dijo: Yo lo he perdonado
conforme a tu dicho. Mas tan ciertamente
como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra,
todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en
el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, no
verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han
irritado la verá.
No
asumir la guía del Señor, es no escuchar su voz. Es revelarnos contra su
Palabra. Por ello el escritor de hebreos (3: 15-17) dice:
…entre tanto
que se dice: Si oyereis hoy su voz, No
endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le
provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de
Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado
cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el
desierto?”
Dijimos
que no asumir la guía del Señor, es no escuchar su vos. No escuchar la vos, es
provocar al Señor. Y provocar al Señor, es entrar en contienda con nuestro
Padre celestial.
Ahora bien mis
hermanos, cuando no asumimos la guía del Señor (en quino lugar):
III.
Perdemos la dirección de a dónde queremos
llegar.
Como
iglesia del Nazareno, nuestra meta es crecer espiritualmente. Crecer
orgánicamente, crecer socialmente, crecer numéricamente. Nuestra meta es
alcanzar a las familias para Cristo, que las familias sean restauradas, que
cada miembro de la familia tenga un encuentro personal con el Señor y sus vidas
sean transformadas. El apóstol Pablo, dice algo maravilloso y que calza
perfectamente para nuestras metas, para cumplir con nuestra visión de Iglesia,
escuche lo que escribe a la iglesia de los Filipenses, por cierto muy querida
por Pablo :
Así que,
hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el
Señor, amados. Ruego a Evodia y a
Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero
fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio,
con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el
libro de la vida (4:
1-3).
En
esta porción hay mensaje para tres personas, como las que tenemos aquí en la
iglesia. Primero para dos mujeres importantes en la iglesia. Evodia y Síntique,
estas mujeres amaban la obra, pero no pensaban igual. Les pregunto: ¿Cuántos
aman la obra del Señor? La palabras de Pablo, son para todos los que estamos
aquí, y es que todos seamos de un mismo sentir. Lo segundo de ese pasaje, es un
mensaje para otro colaborar de Pablo y con un alto liderazgo, incluso superior
al de las dos señoras que estaban disgustadas, no sabemos quién es él, pero por
la forma en que Pablo se refiere a él es un hombre ecuánime, le dice: Compañero fiel.
Que
maravilloso que se expresen así de uno. Compañero fiel. Dios demanda fidelidad
de su pueblo. Compañero fiel, le dice Pablo, te ruego que ayudes a estas mujeres. Esa expresión de Pablo, es
pertinente para con cada responsable de los grupo de altares familiares de
nuestra iglesia. A cada hombre y mujer que están a cargo de la responsabilidad
de tres, cuatro o cinco familias, les decimos en el nombre del Señor, te ruego que ayudes.
Mi
hermano y mi hermana, no perdamos la dirección del Señor. El pueblo que caminaba
en el desierto, perdió la dirección muchas veces por no escuchar la voz de
Dios. Jehová les dice el libro de en números diez veces me han tentado en deserto:
Entonces Jehová dijo: Yo lo he perdonado
conforme a tu dicho. Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda
la tierra, todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto
y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, no verán la tierra de la cual juré a sus
padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá (Núm. 14:20-23).
Toda
aquella generación miró las maravillas del Señor, pero eran un pueblo rebelde. No
aceptaban a dirección del Señor, por ello no les permitió entrar a la tierra
prometida. Mi hermano, es nuestro deseo y nuestro anhelo, pues es el plan Dios, que usted si llegue a la tierra
prometida. Pero queremos que usted llegue con su familia. Hay una dirección
para esta iglesia y es restaurar las familias.
Conclusión
No
se quede vagando en el desierto, por no escuchar la dirección del Señor. No sea
usted un obstáculo en los planes del reino de Dios aquí en la tierra. Si su
corazón es como el mío dame la mano y hermano serás (2 Rey. 10:15). De forma
tal que podamos contribuir en un avivamiento de la obra del Señor aquí en
nuestra comunidad. Dios les bendiga.
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